La concesión de hipotecas fijas podría derivar en problemas de solvencia bancaria en el futuro
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El riesgo oculto en las hipotecas fijas que podría causar otra crisis financiera
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Parece que nos cuesta mucho aprender de los acontecimientos del pasado, y que procuramos olvidar aquellos que más daño nos han hecho, pensando que fueron fruto de circunstancias excepcionales y que no tienen por qué volver a repetirse. Así es la mente humana y, por suerte para nosotros, no hay modelo de inteligencia artificial que pueda replicarla. Pero si bien no hay que regodearse en el sufrimiento que hemos podido padecer, tampoco hay que caer en el olvido, especialmente en el terreno financiero.

La crisis de 2008/09 fue muy intensa y el sistema capitalista occidental se salvó por muy poco. Sólo la contundente respuesta estadounidense fue capaz de frenar el tremendo tsunami que se avecinaba, incorporando un nuevo concepto, “quantitative easing”, al vocabulario económico. Europa, sin embargo, actuó tarde y no logró la efectividad de los norteamericanos.

Han pasado 13 años desde entonces y, al margen del conflicto ucraniano, las economías occidentales, a excepción de alguna de cuyo nombre no quiero acordarme, han evolucionado positivamente y parece que dan por cerrado aquel “cisne negro” que no tiene por qué volver a producirse. Craso error, al menos en mi opinión, y no me estoy refiriendo al océano de deuda pública emitida por los estados soberanos y que, como no la quiere nadie, la adquiere el Banco Central Europeo (BCE) con un dinero que se inventa y que, curiosamente, hasta hace pocos meses no había producido inflación.

Pues bien, hay un fenómeno financiero que se lleva produciendo desde hace varios años y que, en principio, es bueno para la economía financiera, y no es otro que el hecho de que los particulares hayan cambiado sus hábitos de contratación de hipotecas, pasando de endeudarse a tipo variable a hacerlo a tipo fijo, a pesar de que, por el momento, las primeras sean más baratas que las segundas.

Pero, con ello, los particulares se garantizan una cuota fija de pago durante 30 años, lo cual, unido a la depreciación del valor del dinero sobre un plazo tan dilatado, hará que el peso de esas cuotas sobre las economías familiares disminuya notablemente en términos reales.

Los bancos comerciales aceptaron este modelo e incrementaron notablemente el peso de las hipotecas a tipo fijo en su balance, pero, claro, como su pasivo es a corto plazo y su activo, especialmente las hipotecas, es a largo plazo, la gestión del riesgo de tipo de interés hacía necesario que, al menos en parte, se contrataran los 'swaps' necesarios para convertir el tipo fijo en tipo variable, y que, así, las masas patrimoniales de su balance estuvieran macheadas en lo que respecta a la modalidad de cobro y pago de intereses.

El problema es que lo que supone un seguro para los tomadores de hipotecas, supone un riesgo para los bancos que las otorgan y para los libros de derivados de los bancos que han aceptado la contratación de los 'swaps' de tipo de interés. Y si este fenómeno hubiera afectado tan solo a una pequeña parte del balance, el riesgo estaría controlado; pero hemos llegado a una situación en la que uno de los principales activos de la banca, las hipotecas, son tipo fijo. De hecho, hemos pasado de que la contratación de hipotecas a tipo fijo en España fuera de apenas un 2% del total en el año 2008 a que sea de más del 70% en el año 2022.

Por tanto, algo que es bueno para los españoles puede acabar siendo malo si el Gobierno tuviera que salir en auxilio de los bancos tomadores de riesgo de tipo de interés, y al final hubiera que sanearlos con dinero público. Algo así ocurrió en 2008 con la principal aseguradora del mundo, la norteamericana American International Group (AIG), cuando el Tesoro norteamericano tuvo que inyectarle 80.000 millones de dólares para salvarla de la quiebra y, por ende, a todas las entidades financieras que habían cubierto sus hipotecas basura con credit default swaps (CDS), derivados de crédito emitidos por AIG.

Esta misma situación se podría llegar a producir con los interest rate swaps (IRS) a largo plazo, de forma que los grandes bancos que hayan aceptado la contrapartida de estos IRS podrían tener problemas de solvencia en un futuro cercano. Y si no fueran rescatados, el problema se extendería como una mancha de aceite entre muchos de los bancos otorgantes que creían tener cubierto el riesgo de tipo de interés de su balance.

Es preciso tener en cuenta que la más que previsible subida de interés para contener la inflación hará que los 'swaps' se encarezcan notablemente y supongan unas liquidaciones por diferencias muy onerosas para los bancos que hayan asumido ese riesgo de contraparte de las hipotecas a tipo fijo. La elevada duración de la cobertura de estos 'swaps' amplificaría notablemente el efecto en la valoración actual de estas figuras financieras, y cualquier auditor cuestionaría la continuidad de negocio de estas entidades.

La solución pasaría por que se estableciera un coeficiente específico para cubrir este riesgo de contraparte dentro del Mecanismo Único de Supervisión (MUS) europeo. Habría que fijar el nivel máximo de exposición a riesgo de contraparte por hipotecas a tipo fijo, y luego establecer una cobertura de capital adicional al 100% para todo el volumen de exceso sobre ese nivel máximo, de manera que los bancos comerciales estén cubiertos del posible 'default' de sus bancos de contraparte en la contratación de derivados.

Cualquier otro planteamiento supondría una exposición innecesaria de las finanzas españolas, e incluso de las europeas, a un riesgo de contraparte que podría suponer un agujero financiero que, después de las sucesivas crisis que llevamos, podría acabar con muchas entidades financieras y, lo que es más importante, con la reputación en materia de solidez de la banca europea.

Por una vez, es preciso prevenir en vez de estar operando a corazón abierto cuando se produzca la cornada. Es evidente que esto supondrá otra vuelta de tuerca a los requisitos de capital propio del sistema bancario y que puede afectar a sus cuentas de resultados, pero, sinceramente, creo que es necesario establecer este incremento de capital de primer nivel (common equity tier 1) para preservar nuestro sistema financiero y evitar el escándalo que se produjo con el rescate de las cajas de ahorros hace una década. 

Pero estad tranquilos, banqueros, que las autoridades regulatorias no me harán caso. Podéis seguir contratando IRS a largo plazo, que las autoridades regulatorias esperarán a que se produzca la herida para gastarse el dinero público en vendas.

Miguel Córdoba es profesor de economía y finanzas desde hace 33 años y ha sido director financiero de varias empresas del sector privado.

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