En una ciudad de Canadá, las supersticiones numéricas en los edificios están prohibidas por las autoridades urbanísticas.
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Rascacielos Quaywest (Vancouver, Canadá)
Rascacielos Quaywest (Vancouver, Canadá) bccondosandhomes.com

El año pasado contábamos el caso de una chica que había fallecido en un incendio en Chicago porque los bomberos desconocían que su dirección postal no se correspondía con la dirección real y así, el día del percance se presentaron para ayudar… donde no era. Y es que al otro lado del Atlántico, en el país en el que se comercia con todo, las direcciones postales también se venden y puedes ponerte una más molona.

Ahora imagínate que el peligro lo corras no porque tu dirección real sea diferente sino porque vivas en una planta que no aparece en tu edificio y que simplemente, en caso de urgencia, los bomberos o los sanitarios no encuentren tu casa. ¿Qué ha pasado, cómo puede desaparecer una planta entera?

Esto podría pasar en un edificio de Vancouver, Canadá, en concreto, en el QuayWest I. Se trata de, en apariencia, un mundano rascacielos de viviendas obra del arquitecto James Cheng.

Según cuenta el también arquitecto Pedro Torrijos en su libro La pirámide del fin del mundo (editorial Kailas), en 2015 los bomberos hicieron un simulacro de incendio en este bloque de viviendas y se toparon con una sorpresa: “Los bomberos habían contado las plantas y estaban absolutamente seguros de que esa era la última planta, la planta 32…. Pero el QuayWest I contaba con cuatro plantas más por el interior que por el exterior. Era un edificio más alto por dentro que por fuera, desafiando así la razón y entrando en el territorio de la superstición”. ¡Sorpresa!

¿Por qué unos pisos inesperados que nadie se imagina? Como comenta el autor, entramos en terrenos de supersticiones si bien el número que se lleva la palma en esto es el 13, de hecho existe la fobia a este dígito, se denomina triscaidecafobia.

El miedo al 13 se originó durante la Edad Media y guarda relación, parece ser, con el número de comensales de la Última Cena. Así, si te fijas en las filas de asiento de un avión, no encontrarás la número 13. También, en muchos hoteles no hay piso 13 o habitación número 13. De hecho, como Torrijos cuenta en su obra acudiendo al fabricante de ascensores Otis como fuente, “aproximadamente el 45% de los ascensores que fabrican omiten el botón con el número 13. A veces lo sustituyen por un 12 A, un 12 B o la letra M (la decimotercera en el alfabeto). En otras ocasiones, el eufemismo es más sutil y en el botón pone “Planta cafetería” u “oficinas”.

Hasta ahí, todo claro: a mucha gente no le da buen rollo el 13 (hay otra que todo lo contrario porque para gustos, colores). Esto explicaría que faltase una planta en el edificio de Vancouver del que hablamos pero, ¿por qué cuatro plantas? Pues como el mundo es diverso y muy grande no va a tener únicamente el dígito 13 el monopolio de la supersticiones, en otras culturas esto recae en el 4. En chino, pero también en japonés, coreano o vietnamita, “el número 4 se pronuncia /si/, sonido muy parecido al de la palabra “muerte” aunque su forma de escribir sea distinta. De esta forma es muy habitual que en esa zona o en áreas con mucha presencia de población asiática se elimine toda referencia a la planta 4. Pero también a cualquier número que termine en 4”, explica Torrijos.

Pero, ¿en Vancouver? Pues sí, resulta que hablamos de una ciudad con una fuerte presencia asiática (al igual que sucede en Toronto), establecida allí desde mediados del siglo XIX. Y para rizar el rizo, el arquitecto del QuayWest I es, como su apellido indica, de origen chino.

En todo caso, el descubrimiento que hicieron los bomberos llevó a las autoridades urbanísticas de Vancouver a prohibir las supersticiones numéricas en los edificios de la villa, básicamente para que si los servicios de emergencia tienen que intervenir tengan muy claro que la dirección a la que van es la verdadera y no hay otra. Y es que, en determinados ámbitos de actuación conviene dejar de lado las supersticiones.

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