
Tras permanecer varias semanas cerrados a consecuencia de la pandemia del coronavirus, los parques madrileños abren sus puertas. Esta semana aprovechamos su reapertura para visitar uno de los más grandes en superficie e interesantes en cuanto al arte se refiere, el parque Juan Carlos I.
Tiene nada menos que 20 piezas abstractas de monumental tamaño que corresponden a los trabajos encargados en 1991 con motivo del Simposium Internacional de Esculturas al Aire Libre organizado por el Ayuntamiento de Madrid para la decoración del parque.
¡Te resultará difícil verlas todas el primer día!

Su autor, también conocido como Ripo o Beato Ripo, es un extravagante artista valenciano. Siempre ataviado con su pañuelo en la cabeza y una ramita de romero entre los dientes, se jacta de saber disfrutar de la vida cada día. En el Niño Sol se refleja la vitalidad propia de su creador, un artista mediterráneo y de personalidad rebelde.

Se trata de unos inquietantes dedos que emergen desde la tierra, con una escala monumental. Su autor dispone de otra obra similar instalada en la playa de Punta del Este, en Uruguay, y una más en el desierto de Atacama, en Chile, país del que es originario.

Se trata de una escultura abstracta de gran tamaño que representa una figura femenina recostada. Sus formas curvas y monumentales contrastan con la ligereza de los arbustos sobre los que se posa. Su nombre, que recuerda a las mujeronas que habitaban los pueblos en décadas pasadas, contrasta con los materiales modernos con los que ha sido construida. Esta pieza, pertenece a una serie de esculturas recostadas del artista.

El grupo escultórico Encuentros fue creado en 1997 y está formado por dos figuras, una de acero que representa el mar y otra de bronce que representa la tierra, ambas de unos once metros de altura.
Fue la obra ganadora del concurso que la Ciudad Autónoma de Melilla había convocado para la conmemoración del V Centenario de su fundación española. Hay una réplica en el Parlamento Europeo de Bruselas y otra en Toledo, esta de Madrid solamente cuenta con la pieza que representa el mar.

Esta gran rueda que parece que en cualquier momento puede empezar a rodar, es una de las esculturas más representativas del parque. Sus autores son arquitectos y la obra fue regalada por la ciudad de México a la ciudad de Madrid.
Su forma y simbolismo se refiere a las culturas indígenas; el sol, el calendario maya o el famoso juego de la pelota. Este simbolismo se refuerza con el propio montículo escalonado, una pirámide artificial creada aprovechando las excavaciones de la ría, que nos hace pensar en las pirámides precolombinas, en las que el ser humano se comunica con la divinidad y le presenta sus ofrendas.

En la zona del lago, sobre el agua, se encuentra esta obra compuesta por 3 piezas humanoides. Eolos, dios del viento, es el elemento impulsor de la obra, construida reciclando diversas piezas de metal y hélices de barco.

Es una obra que serpentea y cambia de color al mismo tiempo que se mueve quien la contempla. Su autor es uno de los máximos representantes del arte cinético a nivel mundial, vivió y trabajó en París desde 1960 hasta su muerte.

Profesional de enfermería, poeta y escultor, Utande es un creador comprometido con la sociedad en la que vive y a la que representa con un lenguaje personal y una técnica muy depurada.
La pieza está ubicada sobre la Pirámide II del recinto, y no corresponde al conjunto de trabajos encargados por el Ayuntamiento de Madrid en 1991, sino que su adquisición e instalación fue posterior.

Esta obra se erige sobre el único cerro natural que aún permanece en el parque. Enlaza la arquitectura con la plástica en una combinación de materiales de gran robustez, lo que unido a lo elevado del terreno dota a la pieza de gran majestuosidad. La proyección al cielo de las vigas, intentar dotar al espacio de libertad y expansión sobre el terreno.

Esta obra homenajea a Galileo Galilei, fundador de la física moderna y padre de la astronomía. Los diversos elementos giran en torno a un vacío central, dando unidad al conjunto.
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