
Trabajar con comodidad es la clave para que cocinar resulte placentero. Sea cual sea la superficie de la cocina, tener en cuenta las medidas más adecuadas para cada zona de uso y los distintos elementos que las compone repercute, sobre todo, en mayor ergonomía.
Se acabaron los dolores de espalda cada vez que friegas los platos o intentas llegar a los utensilios inalcanzables a los que ni de puntillas se puede llegar. Te contamos cómo hacer de tu cocina un espacio más saludable, cómodo y accesible.
Equipamiento estándar. El mobiliario de cocina suele tener unas medidas muy estandarizadas. Más allá del estilo decorativo que buquemos –determinado fundamentalmente por los frentes con los que se rematen–, los módulos de los armarios bajos tienen una profundidad de 60 cm y los superiores de unos 35 cm (para que no resulten pesados).
Por lo que se refiere a la anchura, la oferta es grande y va desde los más estrechos, de apenas 15 ó 20 cm –indicados para aprovechar huecos–, hasta los de 120 cm de gran capacidad interior; si bien los más habituales son los de 45, 60 y 90 cm.
Cuestión de altura. La altura media de una cocina se sitúa entre los 2,15 y los 2,35 m, en función de cuánto se quiera aprovechar la pared. Los módulos altos oscilan entre los 70 y los 90 cm de alto y se aconseja colocarlos a unos 140-150 cm del suelo –y a unos 60 cm de la encimera de trabajo– para que resulten accesibles a la mayoría de los usuarios.
En cocinas pequeñas, puede incrementarse la capacidad de almacenaje mediante la colocación de altillos que, pese a no resultar tan accesibles, se pueden aprovechar para guardar elementos de poco uso.
Máxima ergonomía. Y si la altura de los muebles altos es importante para acceder a su contenido con comodidad, la de los armarios bajos lo es para trabajar con comodidad y sin forzar la postura.
Si bien la altura media de la encimera es de unos 90 cm por encima del suelo, lo mejor es personalizarla a la medida del usuario. La ideal es aquella que permite situar los brazos en un ángulo de 90 grados con respecto al plano de trabajo.
Para lograrla, hay que tener en cuenta los distintos elementos que componen los módulos bajos de la cocina: el cuerpo del mueble propiamente dicho, de unos 70 a 80 cm de altura, el zócalo, cuya principal ventaja es que sea regulable, y la encimera, con grosores variables que pueden oscilar desde los 2 cm hasta los 10 ó 12 cm de algunas propuestas actuales.
Sin tropiezos. Moverse sin obstáculos en la zona de trabajo es vital también para evitar incomodidades e incluso posibles accidentes. Los expertos aconsejan dejar un espacio mínimo de unos 120 cm entre dos hileras de armarios enfrentadas entre sí, para garantizar la apertura total de las puertas y evitar la sensación de túnel.
El triángulo ideal. Si bien la distribución de los armarios y las zonas de uso de una cocina dependerá, sobre todo, de su planta y los metros disponibles, al planificarla conviene tener presente el triángulo de trabajo imaginario, cuyos tres vértices son el frigorífico, la placa de cocción y el fregadero. Para poder acceder a todos los ellos con los mínimos desplazamientos, los lados máximos de ese triángulo deben tener una longitud de entre 1,20 y 2,50 metros.
Acortar desplazamientos. Las islas y penínsulas de trabajo resultan muy prácticas en cocinas de planta amplia o en estancias compartidas, aunque, antes de decidirte a colocar una, hay que asegurarse de tener suficiente espacio. Se requieren de 100 a 120 cm libres alrededor para que no obstruya el paso hacia el resto de la cocina.
La profundidad más habitual de un elemento de este tipo es de entre 95 y 120 cm, de modo que se puedan combinar dos armarios de 60 cm abiertos a ambas caras, de 60 y de 35 cm o con un trozo de encimera volada a modo de barra. Se desaconsejan anchuras superiores a 120 cm porque dejarían la zona central fuera del alcance de la mano.
Multifuncional. La altura de la isla también es importante. Si bien la encimera de trabajo debe cumplir los mismos requisitos de las del resto de la cocina, si se va a utilizar este elemento también como barra de desayunos o comidas rápidas conviene elevar su sobre hasta unos 110 cm, para usarlo con taburetes altos.
Zona de fuegos. La placa de cocción debe tener a ambos lados un espacio libre de unos 40 cm, por cuestiones de seguridad, mientras que la campana extractora hay que situarla a entre 50 y 70 cm de su superficie. Asimismo, la distancia de esta y el fregadero no debería ser inferior a 60 cm para evitar molestas salpicaduras.
Protege la espalda. Si bien el horno se situaba tradicionalmente bajo la placa de cocción, siempre que sea posible resulta mucho más cómodo colocarlo a media altura –en una columna a unos 75 cm del suelo– de modo que aún quede espacio para colocar encima el microondas, una cafetera empotrada o cualquier otro elemento encastrado.
De suelo a techo. Los armarios tipo columna, que aprovechan toda la altura de la cocina y ofrecen una gran capacidad de almacenaje, tienen por lo general el mismo fondo que los módulos bajos –60 cm–, por lo que permiten crear todo tipo de combinaciones con estos o con otros elementos como el frigorífico o las columnas de horno y microondas.
A ello ayuda que están disponibles también en una amplia variedad de anchuras, desde apenas 20 cm hasta 90 cm. La única precaución que hay que tener con ellos, en caso de que no conformen un frente independiente, es alinearlos por arriba con los armarios altos.



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